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Sabores de un buen practicante: Introducción.

(Características de un buen practicante: En busca de la construcción de un mejor líder)

Hay practicantes de todo tipo, los hay que asisten a un servicio y huyen despavoridos, desaparecen sin dejar rastro; aquellos que trabajan con desánimo y no cultivan nunca la mejora, quedándose atorados en su mala actitud; aquellos que repiten sus errores y nunca se evalúan para perfeccionar su técnica, aquellos que asisten a un restaurante tan solo para llenar su hoja de vida.

Pero existen también, aquellos que se esfuerzan a diario por dar un poco mas, y mejorar aquellos ambientes en los que se encuentran tan solo por el placer de aprender y el anhelo de saber un poco mas.

Como cocineros, definimos nuestro camino a temprana edad: cuando somos practicantes, somos una pequeña parte de lo que seremos como cocineros, un reflejo difuso de aquellos jefes en los que nos convertiremos; moldeamos nuestro futuro dentro de las cocinas con nuestro primer esfuerzo por ser mejores, o con nuestro primer esfuerzo mediocre.

Malos practicantes un día, cocineros mediocres y jefes déspotas al otro.

Todo cocinero debe perfeccionar constantemente su arte, mejorar su técnica, pero sobretodo: vigilar su actitud, y cultivar su personalidad: puesto que es la actitud la que dirige la técnica, y la motivación personal aquella que la perfecciona.Pasar 8 horas al día dentro de una cocina (¿8 horas?, como no): pasar de 14 a 17 horas dentro de una cocina a diario, durante 6, y a veces 7 días a la semana sin contemplarnos a nosotros mismos, ni fijarnos en nuestra propia actitud es algo que sin duda hace de la cocinas espacios tan tensionantés a nivel social: un aspecto poco estudiado y desarrollado por la administración de recursos humanos en los restaurantes.

Stephen R. Covey ( Foto al costado), entabla en su libro: “El liderazgo centrado en principios” 8 características de los lideres, aquellas que definen su rol como personas y como profesionales.He tomado esas ocho características, en un intento por darles aplicación dentro de las cocinas, haciendo énfasis en que su correcto estudio mejoraría el desarrollo y la productividad de cualquier persona que ejerza esta profesión, bien sea practicante, asistente, jefe de partida o chef (Líder).

Características de un practicante en progreso; de un cocinero activo; de un chef en construcción:

  • Aprender continuamente:

El buen practicante se educa a sí mismo a través de sus propias experiencias; busca constantemente la forma de aprender algo nuevo, de capacitarse: lee, toma clases, escucha a los demás, es curioso, pregunta constantemente, no da nada por hecho.

Mejora sus competencias, su capacidad de hacer las cosas, (Se perfecciona) por medio del desarrollo de nuevas habilidades y el cultivo de nuevos intereses. Alimenta este deseo de aprendizaje continuo por sí mismo, desde el impulso inicial hasta el mantenimiento constante y disciplinado que requiere el ser mejor cada día. Se reta a sí mismo a aprender un poco más a cada momento, acepta el reto, y se promete cumplirlo; mas, la promesa de hacerlo no basta: lo hace.

Comete un error, aprende de él, y no lo repite: Quema una guarnición, una carne, no vuelve a hacerlo; se demora en su labor, reduce sus tiempos a diario; corta una emulsión, estudia el por qué y lo resuelve. . .

  • Poseer vocación por servir.

El buen practicante ve sus responsabilidades como una misión.

Tiene el deber de servir continuamente: a los demás y a sí mismo; un yugo que debe cargar con esmero y satisfacción; un yugo que se auto impone para motivar la colaboración con sus pares: el trabajo en equipo.

Sirve a su labor diaria con esmero y de manera pro activa; sin olvidar nunca a quien sirve y el papel que ocupa en la cocina. Nunca se detiene: siempre hay alguien a quien ayudar, siempre hay algo que hacer, una mise en place retrasada, un frio que limpiar u organizar, una idea que llevar a cabo, algo que arreglar, algo que aprender.

  • Irradiar energía positiva:

“Su semblante es alegre, placentero, feliz; su actitud es optimista, positiva y animosa. Su espíritu es entusiasta, esperanzado y confiado” Lleva sobre sí mismo un aura positiva, que alimenta sus acciones y a su vez modifica o energiza el aura de los demás; es consciente de su propia energía: sabe cómo irradiarla y dirigirla.

Busca constantemente estar en armonía, para desarrollar de manera pacífica sus labores.

Actúa de manera optimista frente a cualquier tarea asignada, desarrollándola con esmero y gratificación, pues sabe que dentro de un frió sucio que le ordenaron limpiar hay insumos que puede empezar a conocer, insumos de los cuales aprender; pues sabe que aquellas flores que día a día debe recoger, poseen características únicas que con la practica ira dominando, nombres y especies que le abrirán la puerta a ser un conocedor botánico; pues sabe, que aquellos 1000 cortes de precisión que sirven para decorar un plato, lo convertirán uno a uno en alguien más diestro, más preciso, y más sensible.

Encuentra dentro de un frio sucio, un jardín de recolección, o miles de cortes, siempre una razón para sonreír: un conocimiento oculto, una respuesta a una pregunta, o simplemente el placer de hacerlo bien, de hacerlo mejor cada vez.

  • Creer en los demás.

El buen practicante no es envidioso: Las personas centradas en sí mismas, creen que la clave está en ellas mismas: en sus técnicas, en hacer “lo que funciona”, su visión del mundo está limitada y ello perjudica el trabajo en equipo.

Se siente auténticamente feliz por el éxito ajeno, y no piensa en lo más mínimo que esos éxitos le quiten algo.

Es consciente de las potencialidades de quienes lo rodean, y ayuda a que florezcan, generando un ambiente de crecimiento y oportunidades; de mejora grupal e individual.

Escucha y advierte los conocimientos y las ideas de quienes lo rodean con todos sus sentidos, sin prejuzgar o minimizar sus opiniones.

No considera a nadie superior a la vida misma: no tributan excesiva reverencia a las personalidades o celebridades de sus cocinas, pero respetan su conocimiento.

  • Dirigir su vida de manera equilibrada.

El buen practicante se mantiene al día en el curso de los acontecimientos: las nuevas tendencias gastronómicas, aquellas nuevas técnicas, la actualización de su carta, las opciones nuevas que estudia el restaurante, aquellas mejoras, etc.; se adapta socialmente, y se alimenta intelectualmente en la gama de sus intereses. Posee una visión sana y honesta de sí mismo.

Distingue su valor como persona, y no evoca nunca el deseo de alardear, ostentar con su fama, mostrar su poderío por su rango, títulos o éxitos pasados.

Es franco, simple y directo en su comunicación, sin intentar manipular las circunstancias; tiene un sentido de lo que es adecuado.

Tiene el poder de discernir, de percibir las similitudes y diferencias de cada situación: sus acciones y actitudes son adecuadas para cada momento.

No se condena a sí mismo por cada error tonto ni por cada traspié social, aprende y avanza.

No medita de manera melancólica sobre el ayer; vive de manera sensible en el presente, planeando de manera cuidadosa el futuro, pero adaptándose siempre a las circunstancias cambiantes: No piensan en las put=)//$das de ayer; los gritos, la demora o el estrés pasados, toma cada servicio como una oportunidad nueva de hacer mejor las cosas, cada grito y regaño nuevo, desde ceros.

  • Ver la vida como una aventura.

El buen practicante disfruta de cada momento, percibe de manera fresca todo lo que considera viejo: Redescubre todo constantemente.

Explora lo inexplorado, y es abierto a descubrir y aplicar cosas nuevas. La confianza en sí mismo se fundamenta en su propia iniciativa, amplitud de recursos, creatividad, fuerza de voluntad, valentía y resistencia.

El buen practicante es una persona que, no se deja arrastrar de un lado a otro como una hoja en la tormenta, pero que es capaz de adaptarse prácticamente a todo lo que sobrevenga.

  • Ser sinérgico.

El buen practicante es un catalizador de cambio: mejora aquellas situaciones en las que interviene; trabaja tan inteligentemente como duramente.

Es asombrosamente productivo, pero lo es por que aporta novedad y creatividad a sus labores: mejora los procesos.

No se conforma.

Trabaja arduamente en equipo, buscando complementar siempre sus debilidades con las fortalezas de sus compañeros; no duda en delegar para obtener mejores resultados, pues confía en el trabajo y la capacidad de sus pares, y no presiona esa labor con la supervisión constante, pues no se siente amenazado por el hecho de que alguien más pueda ser mejor en algún aspecto.

Resuelve las situaciones separando a la gente del problema, sin centrarse en la lucha de posiciones o rangos: accede a soluciones conjuntas.

  • Ejercitarse para la auto renovación.

El buen practicante se ejercita de manera regular en las cuatro dimensiones de la personalidad humana: Física, Mental, Emocional y Espiritual. Cuida y ejercita su cuerpo para poseer una mejor resistencia: lo que les otorga una visión clara más duradera durante toda su labor.

Ejercita su mente leyendo, resolviendo problemas creativos, escribiendo y observando.

Emocionalmente busca ser paciente, escuchar a los demás con sincera empatía, asumiendo la responsabilidad de su propia vida, y las decisiones y reacciones que ello conlleva; se entrena para resistir la presión y no bajar la guardia frente a esta: la presión hace parte de su rutina, la maneja con naturalidad.

De manera espiritual, alimenta sus creencias constantemente, fortalece sus valores y anima a la construcción de aquello en común con los demás: no se quiebra nunca.

Un buen practicante es consciente de que el buen desempeño de su cuchillo y su productividad dependen del equilibrio de estos cuatro puntos: un cuerpo poco ejercitado no carga ollas pesadas, o aguanta las arduas horas de trabajo en medio del calor infernal. Una mente poco equilibrada y poco construida, no soporta la presión del trabajo constante, el estrés acumulado o las exigencias crecientes dentro de la cocina. Un equilibrio espiritual deficiente no alimenta el mejoramiento diario, ni emociona a la mente que lo posee.

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