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Shoshin:

(Corazón del eterno principiante, mente del aprendiz, primer espíritu.)

Haciendo un símil con las Artes Marciales, representa un ánimo de humildad y de apertura a la enseñanza. Es captar nuevas sensaciones, disfrutar de las viejas y aprender sobre ellas desarrollando el conocimiento.

Es volver diariamente a ser cinturón blanco (aprendiz/practicante).

Es no tomar excesos de confianza con el dojo (cocina), el sensei (chef) o los compañeros, tal y como si les conocieras por primera vez.

Es entrar al dojo cada nuevo día con la pureza de un niño.

Nos puede liberar de las barreras del aprendizaje proporcionándonos la visión para poder ver aquellas cosas que antes pasaban inadvertidas, es la actitud de apertura, el entusiasmo y la falta de ideas preconcebidas; puede elevar la propia conciencia mejorando nuestro rendimiento en el entrenamiento y puede liberarnos de la ansiedad que se genera en situaciones de presión, permitiéndonos un mejor rendimiento en las situaciones que nos ponen a prueba.

Es fundamental mantener una actitud de autoevaluación y auto reflexión durante el proceso de crecimiento, pues no solo es el estado mental obligatorio del practicante, es el continuo estado durante todo su proceso de aprendizaje, desde que pisa por primera vez el dojo (cocina) hasta que se convierte en sensei (chef).

La audacia de mantenerse dentro de la mente de un practicante es fundamental para la asimilación de nuevos conocimientos; la modestia de vernos a sí mismos como principiantes o la arrogancia para olvidarlo determinaran nuestro desarrollo como personas.

Un practicante que adopta el shoshi y pica perejil a diario, durante varias semanas, perfeccionara su arte en cada oportunidad que tenga: desarrollara un afinado sentido del olfato para reconocerlo; un tacto sensible para clasificarlo; una visión aguda para seleccionarlo; y un oído claro para escuchar a través de esta sencilla tarea el sinfín de posibilidades conceptuales que abarca; aquel que no lo adopte, actuara de manera reacia con cada repetición, quejándose durante su desarrollo; deseara su finalización sin hacer caso a los detalles que le permitan mejorar en su accionar futuro, reemplazando el perfeccionamiento por una cómoda y mediocre conformidad.

A su vez, un cocinero experto sellara la carne a diario de manera más diestra, pues continuamente sus sentidos y la perspectiva de su labor se centraran en el perfeccionamiento; dejara que esta acción le entregue conocimientos nuevos, y sin prejuicios los absorberá como la primera vez.

Un chef decorara sus platos perfeccionando su maestría de manera continua; será más preciso en la colocación de los ingredientes a cada nuevo pedido; y no cerrara su mente ante la posibilidad de nuevas decoraciones.

El estudiante (practicante, cocinero o chef) es humilde en búsqueda del perfeccionamiento, auto rechazando la utopía de que ya es diestro en su arte, o se conforma con el desarrollo de sus tareas sin ir más allá, y poco a poco se vuelve vulnerable a la arrogancia, a aquella autoafirmación que le impide aprender cosas nuevas de aquello que hace de manera continua, de aquellos que lo rodean y de si mismo, lo que lo llevara a perder su capacidad de asombro, cerrando finalmente su mente ante nuevas posibilidades, limitando sus pasos al camino que le deje recorrer su ego.

Practicante.

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